Mensaje del 8 de septiembre de 1982 en Nimega (Holanda)
Fiesta de la Natividad de María
Será salvada
«Permaneced en torno a la cuna de vuestra Madre Niña, mis predilectos. Os haré comprender el secreto de la pequeñez y de la infancia espiritual. Os enseñaré a caminar por la vía de la humildad y de la confianza. Os obtendré el don de la sabiduría del corazón y de la pureza. Hoy el Cielo y la Tierra se llenan de alegría recordando el nacimiento de vuestra Madre Celeste. Participad también vosotros en esta alegría interior y profunda. Hoy os bendigo a todos los que, en tomo a mi cuna, formáis una corona de perfumadas flores de amor, de pureza y de confianza. Vivís días difíciles y tempestuosos: los hombres se alejan cada vez más de Dios y sus corazones se cierran en el hielo del egoísmo y del odio. El mundo en que vivís se ha convertido en un desierto árido y frío; pero sobre este vuestro mundo se abre el pálpito materno de mi Corazón Inmaculado, que late de amor por todos, y continuamente hace descender sobre la Tierra un rocío de gracia y de misericordia. Así consigo que se abra al amor el corazón árido y seco de muchos hijos míos… Con vosotros podré llevar a término el designio de amor y de salvación que la Santísima Trinidad me ha confiado. Veréis un nuevo nacimiento de esta pobre humanidad en su pleno retomo al Dios de la salvación. (…) Hoy te encuentras haciendo el Cenáculo con mis predilectos en esta tierra, donde comenzó el gran desafío por parte de mi Adversario. Contempla aquí a la Iglesia muy humillada y herida, mientras un número inmenso de mis pobres hijos se hallan perdidos y desorientados. Parece que, sobre todo, en esta Nación, Satanás canta ahora su victoria. Pero desde aquí Yo también he comenzado mi acción irresistible. Me sirvo para ello de todos mis pequeños que me responden “sí”: con la pequeñez venceré la prepotencia de los grandes; con la humildad derrotaré la soberbia; con la docilidad domaré toda rebelión. Sentiréis más poderosamente mi presencia (…).»