Mensaje del 24 de diciembre de 1977
Noche Santa
Vosotros también engendráis a mi Hijo.
«Hijos míos predilectos inclinaos Conmigo sobre este pesebre donde mi Hijo, recién nacido, tiembla de frío y emite sus vagidos de llanto. Adorémosle juntos, porque es el verdadero Hijo de Dios. Sois mis predilectos, porque sois sus Sacerdotes. Habéis recibido un poder que os asemeja mucho a vuestra Madre celestial. Cuando celebráis la Santa Misa, vosotros también engendráis a mi Hijo. Jesús se hace realmente presente en la Hostia consagrada por medio de la palabra de los Sacerdotes. Si no fuera por vosotros, hijos míos predilectos, mi Hijo no podría hacerse presente en el Sacramento de la Eucaristía. Jesús, en la Eucaristía, está realmente presente con su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad. Vosotros, los Sacerdotes, renováis la realidad de su nacimiento en el tiempo. También hoy, como entonces, su venida acontece en el misterio. Entonces lo acogió una gruta; ahora, la piedra de un altar. El tierno semblante de un Niño velaba entonces su Divinidad; ahora es la cándida apariencia del pan la que la esconde. Pero como estaba,entonces en el pequeño Niño, así en la Hostia consagrada está también ahora, realmente presente el Hijo de Dios. En esta Noche Santa, mi Corazón de Madre es herido de nuevo al ver cómo, aun entre los mismos Sacerdotes, se difunden dudas. sobre la divina presencia de mi Hijo Jesús en el misterio de la Eucaristía. Y de esta forma se propaga la indiferencia al Sacramento Eucarístico, se apaga la llama de la adoración y de la plegaria ante El, y aumentan cada día los sacrilegios de los que se acercan a este Sacramento en estado de pecado mortal. Desgraciadamente son cada vez más numerosos los Sacerdotes que celebran la Eucaristía sin creer ya en ella. Algunos de ellos niegan la presencia real de mi Hijo; otros quieren limitarla al momento de la celebración de la Santa Misa; otros, en fin, la reducen a una presencia puramente espiritual y simbólica. Todos estos errores tienden a difundirse a pesar de que la doctrina eucarística ha sido claramente reafirmada por el Magisterio; sobre todo, por el Papa. Vendrán tiempos en los que, por desgracia, estos errores tendrán todavía más adeptos y llegará casi a extinguirse en la Iglesia el perfume de la adoración y del santo Sacrificio. De este modo la “abominación de la desolación”, que ya ha entrado en el Santo Templo de Dios, llegará al culmen. Por este motivo, en esta Noche Santa, quiero recoger en mi Corazón Inmaculado a todos mis hijos predilectos, esparcidos por todo el mundo. Os invito a postraros Conmigo ante el altar donde también vosotros engendráis a Jesús en el misterio Eucarístico. Adoradle Conmigo; Conmigo colmadle de amor; consoladle Conmigo; dadle gracias Conmigo; reparad Conmigo las ofensas, el hielo y la gran indiferencia que le rodean. Defendedlo Conmigo con vuestra vida, dispuestos a derramar vuestra sangre por Él,. Y así, en esta Noche profunda, Jesús, por medio de vosotros, volverá a iluminar este mundo, que su amor misericordioso quiere aún salvar.»