Mensaje del 2 de febrero de 1988 en Porto Alegre (Brasil)
Presentación del Niño Jesús en el Templo
Yo me glorifico en vosotros.
«Caminad Conmigo, hijos predilectos, mientras llevo en mis brazos a mi Niño Jesús al Templo de su luz y de su gloria. Dejaos conducir también vosotros en mis brazos matemos con humildad, con docilidad, con mansedumbre. Os conduzco al Templo del Señor. Os llevo a la plena manifestación de su luz y de su gloria. Estos son los tiempos de vuestra plena manifestación. Han llegado los días de vuestro público testimonio. Mostraros a todos como mis hijitos a Mí consagrados, y como los grandes apóstoles de vuestra Madre Celeste en estos últimos tiempos. Ha llegado la hora en que quiero ser glorificada en vosotros, ante la Iglesia y el mundo. —Me glorifico en vosotros si camináis Conmigo en la luz de la fe. Acoged con humildad la palabra de Dios; meditadla en la mente; custodiadla en el corazón; vividla en la cotidiana existencia. La Divina Escritura, sobre todo el Evangelio de Jesús, sea la sola luz que os ilumine en estos tiempos de oscuridad. Creed en el Evangelio; vivid el Evangelio; anunciad el Evangelio en su integridad. Contra los errores que se difunden; contra la gran traición obrada por muchos hijos míos, que desgarran el Evangelio de Jesús por medio de humanas, racionalistas y naturales interpretaciones, debéis ser hoy vosotros, mis predilectos, sólo Evangelio vivido y predicado a la letra. Así, por medio de vosotros vuelve a resplandecer la luz de la fe y soy glorificada en vosotros. — Me glorifico en vosotros si camináis Conmigo en la luz del amor. Amad con los latidos de mi Corazón Inmaculado a la Santísima y Divina Trinidad. Amad al padre que os rodea de su ternura, os lleva entre sus brazos y siempre os asiste con su Providencia. Amad al Hijo que se ha hecho vuestro hermano y os ha dado un Corazón nuevo y un espíritu nuevo a fin de que vosotros mismos os convirtáis en expresión vivida de su divino amor. Jesús sólo espera de vosotros amor. Amad al Espíritu Santo, que mora en vosotros para llevaros a la perfección de la caridad y se os comunica con sus siete santos Dones para que podáis convertiros en fuerte testimonio de amor. Después amad, con el mismo Corazón de Jesús, a todos vuestros hermanos, especialmente a los más pobres, a los pecadores, a los alejados, a los enfermos, a los heridos, a los golpeados, a los marginados, a los débiles, a los más pequeños. De este modo, en estos días de violencia y de odio, de egoísmo desenfrenado y de aridez, haced descender sobre el inmenso desierto del mundo el celeste rocío de la Divina Misericordia. Así, por medio de vosotros, vuelve a resplandecer la luz del amor y soy glorificada en vosotros. —Me glorifico en vosotros si camináis Conmigo en la luz de la santidad. Recorred el camino del desprecio del mundo y de vosotros mismos, de la incesante oración, de la mortificación de los sentidos, de la penitencia. Oponeos al espíritu del mundo que difunde por doquier la tolerancia moral, la satisfacción de todas las pasiones, el placer buscado y querido, el pecado cometido conscientemente y en abierto desprecio a la santa Ley del Señor. Entonces, en estos días de impiedad y de una tan grande inmoralidad, difundiréis el perfume de la santidad. Así, por medio de vosotros, toma a resplandecer la luz de la pureza y de la gracia divina y soy glorificada en vosotros. Me glorifico en vosotros cuando sois humildes, pobres, pequeños, puros y misericordiosos. Me glorifico en vosotros cuando camináis en la luz de la fe, del amor y de la santidad. Difundís entonces mi gloria, anticipáis mi triunfo, os convertís en los rayos de luz que descienden de mi Corazón Inmaculado para iluminar la tierra en estos días de densa oscuridad. Hoy os llevo a todos con gozo al Templo Santo de la nueva era que está para llegar al mundo.»