Mensaje del 9 de octubre de 1987 en Taipeh (Formosa)
Mis hijos más amados.
«Miro hoy, con ojos misericordiosos, esta gran Nación de la China, en la que domina mi Adversario, el Dragón rojo, que ha instaurado aquí su reino, imponiendo a todos, por la fuerza, que repitan el gesto satánico de la negación y de la rebelión contra Dios. Miro los innumerables y profundos sufrimientos de estos mis pobres hijos, que caminan en las más densas tinieblas. Son mis hijos más amados. Me encuentro junto a ellos, como una Madre que quiere consolarlos, ayudarlos y alentarlos. 681Deseo, entonces, dar desde esta tierra mi materno mensaje a todos mis hijos, que viven en las regiones donde domina el comunismo ateo y en donde se prohíbe y se castiga cualquier manifestación externa del culto debido al Señor, nuestro Dios. —Os doy, ante todo, la certeza de estar siempre con vosotros, como una verdadera Madre, que en los momentos de la prueba y del dolor está más cercana. Estoy atenta a vuestras necesidades. Os consuelo en vuestro padecer, y, acojo en mi Corazón Inmaculado cada uno de vuestros sufrimientos. Pongo en vuestras almas semillas de amor y de bondad para que podáis caminar por la senda del bien, observando los mandamientos impresos por el Señor en vuestro corazón, por medio de Su Ley, que ha sido grabada en lo profundo de la misma naturaleza humana. —Luego, con mi acción materna, abro vuestros corazones para que acojan la vida de Dios, que obra en vosotros de manera particular, a fin de que se le dé, en secreto, la adoración y el amor que os está prohibido darle con el culto público y externo. Es así, en el silencio y en el escondimiento, como se difunde todavía entre vosotros, la verdadera religión y echa raíces en la vida de muchos hijos míos. —Por último preparo el día, ya cercano, de vuestra liberación con la definitiva derrota del Dragón rojo, del ateísmo teórico y práctico, que ha conquistado el mundo entero. El tiempo de vuestra esclavitud está para terminar. Naciones de toda la tierra, ¡salid de la esclavitud y de la tiniebla e id al encuentro de Cristo que llega para instaurar entre vosotros su glorioso reino de amor! Ha llegado ya el momento en que Yo, la Mujer vestida del Sol, venceré al Dragón rojo, le encadenaré y le precipitaré en el infierno para que no pueda dañar más a la tierra. 682En efecto, la tierra será toda transformada en un nuevo Paraíso terrestre para la perfecta glorificación de la Santísima Trinidad.»