Mensaje del 7 de junio de 1987 en Detroit (Illinois)
Pentecostés: Inicio solemne del Año Mariano
¡Ven, Señor Jesús!
«Mis predilectos e hijos a Mí consagrados, hoy venís todos al seguro refugio de mi Corazón Inmaculado. Éste es el Cenáculo que la Madre ha preparado en estos tiempos para la Iglesia, su hija predilecta. Toda la Iglesia debe entrar ahora en el Cenáculo de mi Corazón Inmaculado: deben entrar todos los Obispos, los Sacerdotes, los Religiosos y los Fieles. En el Cenáculo de Jerusalén, sobre los Apóstoles, reunidos en oración Conmigo, descendió el Espíritu Santo, y se obró el milagro del primer Pentecostés. Así, en el Cenáculo de mi Corazón Inmaculado, cuando toda la Iglesia haya entrado en él, acontecerá el gran prodigio del segundo Pentecostés. Será un fuego divino de purificación y de santificación, que renovará toda la faz de la tierra. Mis tiempos han llegado. Por esto, el Papa, mi primer hijo predilecto, abre hoy un Año Mariano Extraordinario en mi honor. Pido que toda la Iglesia se recoja en oración Conmigo, Madre de la intercesión y de la reparación. Quiero que todos los adheridos a mi Movimiento crezcan en el compromiso personal de consagración, porque mi Corazón Inmaculado debe ser cada vez más glorificado en vosotros. Por esto os pido que multipliquéis por doquier vuestros Cenáculos de oración y de fraternidad, y conduzcáis al mayor número posible de mis hijos a la consagración a mi Corazón Inmaculado. En este año se iniciarán ya algunos de los acontecimientos que os he predicho, como signo de mi cercano triunfo. Preparaos con espíritu de humildad, de confianza y de gran esperanza. Abrid las puertas de vuestros corazones para recibir el gran Don que el Padre y el Hijo harán descender sobre vosotros. El Espíritu del Señor llenará la tierra y cambiará el mundo. El Espíritu del Señor renovará con su fuego divino a toda la Iglesia y la conducirá a la perfección de la santidad y de su esplendor. El Espíritu del Señor transformará los corazones y las almas de los hombres, y les hará valientes testigos de su Amor divino. El Espíritu del Señor preparará la humanidad a recibir el Re ino glorioso de Cristo, para que el Padre sea amado y glorificado por todos. Por esto hoy, os invito a comenzar, con amor y en oración, este año extraordinario dedicado a vuestra Madre Celeste. Yo os obtengo el Don del Espíritu Santo. Yo os conduzco por el camino de la piedad y del amor. Yo os recojo en el Cenáculo de mi Corazón, en un acto de oración incesante. Os reúno de todas las partes del mundo porque ha llegado la hora de mi triunfo. Ha llegado la hora que desde hace ya tantos años os he predicho. Por esto, mi acción se hará, de ahora en adelante más fuerte, y más extraordinaria y mayormente advertida por todos. Recogeos en mi Corazón Inmaculado para que vuestras voces se puedan unir a la mía en una continua oración. Yo soy la Aurora que surge para anunciar la llegada del sol luminoso de Cristo. Recibid con gozo mi anuncio, y en este Año Mariano, unios todos a vuestra Madre Celeste, repitiendo su perenne invocación que siempre dirige a su Esposo divino: ¡Ven, Señor Jesús!»