Mensaje del 15 de agosto de 1996 en Dongo (Italia)
Asunción de María Santísima al Cielo
Mirad al Cielo.
«Vivid hoy Conmigo, hijos predilectos, en el Paraíso donde he sido llevada en cuerpo y alma, para participar de manera perfecta en la gloria de mi Hijo Jesús. -Mirad al Cielo Vuestra Madre Celestial fue llevada al Cielo, en el mismo momento en que cerró los ojos a su vida terrena. Entonces rodeada de una multitud de coros angélicos que me exaltaban y me veneraban como Reina, fui elevada a la gloria del Paraíso. La Santísima Trinidad se inclinó complacida y glorificada y reflejó en Mí los rayos de su eterno y divino esplendor. Mi Hijo Jesús, que ya había ascendido al Cielo para sentarse a la derecha del Padre, me acogió con amor filial y con gozo y quiso colocarme a su lado, para hacerme participar de su poder real de someter a Sí todas las cosas. Así me convertí en Reina, porque la Santísima Trinidad me confirmó en mi glorioso designio de ser hija predilecta del Padre, Madre del Hijo y esposa del Espíritu Santo. -Mirad al Cielo En el Paraíso Yo ejerzo plenamente mi poder materno. Como Madre estoy junto a Jesús para interceder por vosotros. Y hago descender de mi Corazón Inmaculado las gracias que os son necesarias, para caminar Conmigo por la dolorosa vía de estos últimos tiempos. Así también vosotros podéis llegar aquí arriba al Paraíso, donde, con Jesús, vuestra Madre Celestial os espera. Estoy junto a Jesús para ofrecer a la Santísima Trinidad mi obra materna de reparación. Por esto recojo en el cáliz de mi Corazón Inmaculado todos vuestros sufrimientos, los grandes dolores de toda la humanidad en el tiempo de su gran tribulación y lo presento a Jesús, en señal de reparación por todos los pecados que a diario se cometen en el mundo. Y es de este modo como todavía he logrado aplazar en el tiempo el castigo decretado por la divina Justicia, para una humanidad que se ha hecho peor que la del tiempo del diluvio. -Mirad al Cielo Del cielo veréis volver a mi Hijo Jesús sobre las nubes, en el esplendor de su gloria divina. Entonces finalmente se realizará el triunfo de mi Corazón Inmaculado en el mundo. Para preparar este prodigio divino, Yo quiero establecer mi triunfo materno en los corazones y en las almas de todos mis hijos. Por esto he hecho surgir en la Iglesia mi Movimiento Sacerdotal Mariano y he llevado a mi pequeño hijo a todas las partes del mundo y en él y por medio de él, Yo me he manifestado a todos. Por esto le pido todavía que vaya a lugares remotos y lejanos, para ayudaros a entrar, con vuestra consagración, en el seguro refugio de mi Corazón Inmaculado. Entonces también vosotros, con el alma y con el corazón, vivís en el Paraíso donde Yo habito, aunque con el cuerpo estéis todavía en la tierra. De este modo también vosotros participáis de mi gloria materna. Entonces también vosotros os unís a mi obra de intercesión y de reparación y preparáis, en la oración, en el silencio y en el sufrimiento, el momento aguardado y tan esperado del triunfo de mi Corazón Inmaculado, en el mayor y más glorioso triunfo de mi Hijo Jesús.»