Mensaje del 22 de mayo de 1996 en Madrid (España)
El tiempo del Cenáculo.
«Desde hace una semana, mi pequeño hijo, te encuentras para hacer maravillosos Cenáculos con los Sacerdotes y los fieles de mi Movimiento, en las principales ciudades de España, particularmente insidiada y herida por mi Adversario, pero protegida y custodiada por Mí en el seguro refugio de mi Corazón Inmaculado. Vivís de este modo, con particular intensidad, el tiempo litúrgico comprendido entre la solemnidad de la Ascensión y la de Pentecostés, que es el tiempo del Cenáculo. Recordáis el período que pasé junto a los Apóstoles en el Cenáculo de Jerusalén, unidos en la oración y en la ardiente espera de que se cumpliese el hecho prodigioso de Pentecostés. Y con qué gozo contemplé la venida del Espíritu Santo, bajo la forma de lenguas de fuego que se posaban sobre cada uno de los presentes, operando el milagro de su completa y total transformación. Es este para la Iglesia y para toda la humanidad el tiempo del Cenáculo. Es el tiempo del Cenáculo para la Iglesia, invitada por Mí a entrar en el Cenáculo de mi Corazón Inmaculado. En este Cenáculo nuevo y espiritual deben entrar ahora todos los Obispos, para que puedan obtener, por medio de la oración incesante hecha Conmigo y por medio de Mí, una particular efusión del Espíritu Santo, que abra las mentes y los corazones para recibir el don de la Sabiduría divina y lleguen así a la comprensión de la verdad plena y a dar su pleno testimonio a mi Hijo Jesús. En este nuevo Cenáculo espiritual deben entrar los Sacerdotes, para que sean confirmados por el Espíritu Santo en su vocación, y por la oración, hecha Conmigo y por medio de Mí, obtengan fuerza, seguridad y valentía para anunciar el Evangelio de Jesús en toda su integridad y vivirlo a la letra con la sencillez de los pequeños, que se nutren con gozo de toda palabra que sale de la boca de Dios. En este nuevo Cenáculo espiritual deben entrar todos los fiees, para que sean ayudados a vivir su Bautismo y reciban del Espíritu Santo luz y fortaleza en su camino cotidiano hacia la santidad. Sólo de esta forma podrán llegar a ser hoy valientes testimonios de Jesús resucitado y vivo entre vosotros. Es el tiempo del Cenáculo para esta pobre humanidad, tan poseída por los Espíritus del mal, empujada por la senda del placer y del orgullo, del pecado y de la impureza, del egoísmo y de la infelicidad. La humanidad debe entrar ahora en el Cenáculo de mi Corazón Inmaculado: aquí, como Madre, le enseñaré a rezar y a arrepentirse, la conduciré a la penitencia y a la conversión, al cambio de corazón y de vida. Dentro de este Cenáculo nuevo y espiritual la prepararé para recibir el don del segundo Pentecostés, que renovará la faz de la tierra. Por esto pido hoy a la Iglesia y a la humanidad que entren en el Cenáculo que vuestra Madre Celestial ha preparado para vosotros. El período de la purificación y de la gran tribulación que estáis viviendo debe ser para vosotros el tiempo del Cenáculo. Entrad todos en el Cenáculo nuevo y espiritual de mi Corazón Inmaculado, para recogeros en una intensa e incesante oración hecha Conmigo, vuestra Madre Celestial, en espera de que se realice el gran milagro del segundo Pentecostés.»