Mensaje del 16 de abril de 1976
Viernes Santo
Ved si hay dolor mayor que el mío.
«Hijos predilectos, mirad mi dolor. ¡Ved si hay dolor mayor que el mío! Mi hijo Jesús abandonado de todos, azotado, coronado de espinas, sube fatigosamente al Calvario llevando la pesada Cruz sobre sus pobres espaldas. No acierta a caminar, vacila; ningún gesto de piedad: sólo odio, hostilidad e indiferencia le rodean. En este preciso momento el Padre le da el consuelo de su Madre. Pensad, hijos míos predilectos, en el consuelo y en el dolor de aquel encentro. ¡La mirada de mi Hijo en aquel momento!… En mi Corazón se abrió una herida que nunca se ha cicatrizado. Contemplad el dolor de vuestra Madre mientras ve a su Hijo crucificado, agonizante y muerto. Dolor por Él, que moría; dolor por vosotros. Ahora este Hijo mío continúa su pasión en su cuerpo místico, que es la Iglesia. En este día medito en la malvada acción llevada a cabo por Judas, que entregó a Jesús, mi Hijo, y siento el mismo dolor frente a la traición que cada día cometen muchos de mis hijos Sacerdotes. Sacerdotes, hijos predilectos, ¿porqué le traicionáis aún? ¿Por qué persistís todavía en vuestra traición? ¿Por qué no os arrepentís? ¿Por qué no retomáis? Y Pedro, que por tres veces reniega de mi Hijo por miedo… Cuántos de entre vosotros, por miedo de no ser comprendidos, apreciados y estimados, todavía reniegan de la verdad del Evangelio de mi Hijo: “¡No conozco a ese hombre!” ¡Y los Apóstoles, que huyen y dejan solo a Jesús durante este largo día del viernes!… Cuántos de vosotros también huyen y abandonan mi Iglesia. Muchos desertan de la Iglesia para seguir al mundo; otros muchos permanecen en la Iglesia, pero para agradar al mundo la abandonan con el alma y con el corazón. Muchos de vosotros no amáis a la Iglesia. El Vicario de mi Hijo se encuentra en un abandono cada vez mayor. Los Obispos unidos al Papa sienten en el alma la espina de esta soledad: son cada vez más criticados, contestados y abandonados por sus Sacerdotes. Queda Juan. Y queda con la Madre. Sacerdotes de mi Movimiento: permaneced al menos vosotros en mi Iglesia y quedaos Conmigo, vuestra Madre Mirad mi dolor y sufrid Conmigo. En esta hora de Calvario para la Iglesia, vosotros seréis la señal de mi presencia (…).»