Mensaje del 8 de septiembre de 1995 en Sale (Alejandría)
Natividad de la Bienaventurada Virgen María.
Luz, amor y ternura maternal.
«Contemplad hoy a vuestra Madre Niña. En tomo a mi cuna exultan los Ángeles y los Santos del Paraíso, las almas que se purifican en el Purgatorio y la Iglesia peregrina que vive en el desierto del mundo, su dolorosa peregrinación hacia la Patria Celeste. Mis predilectos e hijos a Mí consagrados, hoy os quiero a todos en tomo a la cuna, en la que fui depositada después de mi nacimiento. Os quiero mirar con estos ojos míos que apenas se han abierto a la luz. Vosotros estáis llamados a ser la pupila de mis ojos; vosotros estáis destinados a llevar mi luz hasta los confines de la tierra. La luz que os doy es la de mi Hijo Jesús. Llevad por doquier la luz de Su Palabra, para derrotar a la gran tiniebla del error, que se ha difundido por el mundo. Llevad la luz de su Vida, para vencer el hielo del pecado y del mal, que ha vuelto árido y duro el corazón de tantos hijos míos. Llevad la luz de su Presencia entre vosotros, para que pueda descender a todas las partes de la tierra la rociada celeste de la divina Misericordia. -O s quiero amar con este Corazón mío que apenas ha comenado a dar sus primeros latidos, destinados a no cesar ya jamás. Vosotros estáis llamados a ser el mayor amor de mi Corazón Inmaculado; estáis destinados a llevar mi amor a todas las partes del mundo. El amor que os doy es el de mi Hijo Jesús. Llevad por doquier el pálpito de su ardiente y divina caridad; abrasad con el fuego del amor, toda miseria humana, todo egoísmo, toda violencia, todo odio, toda división, todo pecado. Desde este día empieza, aún escondida pero segura, la victoria definitiva del Amor. Porque se me ha dado esta vida, para que pueda ser la Madre de la Vida, y dar al Verbo eterno del Padre su naturaleza humana, con la que cumplirá la Obra de la Redención, liberando así del Maligno y del pecado a toda la humanidad. Llevad entonces a todas partes el fuego de su divino Amor, porque, con el triunfo de mi Corazón Inmaculado, se iniciará la nueva civilización del amor. -O s quiero acariciar con estas manos mías que tienen la misión de recoger a todos mis hijos. Estáis llamados a sentir mis caricias; estáis destinados a llevar por doquier el consuelo de mi ternura maternal. Por esto os conduzco al interior de la casa del Corazón Sacratísimo de Jesús, para que podáis ser transformados por su divina ternura. Que vuestro corazón se vuelva, sensible y abierto, humilde y manso, tierno y compasivo. Entonces vuestra ternura sacerdotal descenderá sobre cada herida: será alimento para los hambrientos, bebida para los sedientos, perdón para los pecadores, ayuda para los necesitados, salud para los enfermos, sostén para los vacilantes, guía para los inseguros, consuelo para los oprimidos, salvación para todos. Sólo así podréis apresurar el triunfo de mi Corazón Inmaculado. Sólo si difundís en todas partes la luz, el amor y la ternura maternal de esta vuestra Madre Niña, podréis ser los instrumentos preciosos para el triunfo de la divina Misericordia en el Mundo».