Mensaje del 1 de diciembre de 1985 en Melboume (Australia)
Primer Domingo de Adviento
Felices en la espera.
«Mi mensaje ha llegado ya a todas las partes del mundo. Hijos predilectos, secundad con generosidad y confianza el designio de vuestra Madre Celeste. Vivid en la paz del corazón. Amad, orad, reparad. Con la simplicidad de los niños vivid el momento presente, que el Padre os prepara como don de su divina Providencia. No os dejéis seducir por los que señalan años y días, como si quisieran imponer cadencias de tiempo a la infinita misericordia del Corazón divino de mi hijo Jesús. Hoy abundan mucho los falsos profetas, que difunden mensajes ilusorios para que muchos hijos míos caigan en la angustia y el miedo. Yo soy la Madre de la esperanza y la confianza. Vivid Conmigo estos tiempos de vuestro segundo adviento. De la misma manera que fui la Madre virginal de la primera venida de Jesús, así también hoy soy la Madre gloriosa de su segunda venida. Vivid en esta espera y seréis felices. Felices en medio de pruebas y sufrimientos de todas clases, porque tenéis la certeza de que la hora de la presente tribulación prepara el retomo glorioso de mi hijo Jesús. Felices entre incomprensiones y persecuciones, porque vuestro nombre está escrito en mi Corazón Inmaculado y porque estáis custodiados en mi seguro y materno refugio. Felices aunque viváis en una Iglesia oscurecida, herida y dividida porque esta hora de su agonía prepara para ella el alba radiante de un segundo Pentecostés. En mi Corazón Inmaculado vivid felices en la espera de la feliz esperanza y de la venida gloriosa de mi hijo Jesús.»