Mensaje del 31 de diciembre de 1994 en MilánUltima noche del año
Madre dolorosa y preocupada.
«Hijos predilectos, pasad Conmigo en la oración y el recogimiento, las últimas horas de este año. 1Cuántos pasan estos momentos entre el estruendo de voces e imágenes, que os impiden comprender la gravedad y los inminentes peligros del tiempo que vivís. Yo soy Madre dolorosa y preocupada. — Soy Madre dolorosa al ver esta pobre humanidad tan alejada de su Señor que, en la general inconsciencia y en la indiferencia, camina por la senda del pecado y del mal, de la impureza y la impiedad, del odio y de la guerra. ¡Qué grande es el peligro para la humanidad de que llegue a destruirse con sus propias manos! Yo veo vuestras calles bañadas en sangre y violencia y el odio abatirse, como terrible huracán, sobre la vida de familias y naciones. — Soy Madre dolorosa al ver a la Iglesia mi amadísima hija, postrada bajo la Cruz de una dolorosísima agonía. Cuántos la reniegan y la traicionan; cuántos la abandonan y la condenan; cuántos la menosprecian y la crucifican. Entre ellos también hay hijos míos predilectos: Obispos y Sacerdotes que repiten y renuevan el gesto de Judas que traiciona, o el de Pedro que reniega, o el de los Apóstoles que huyen por cobardía. Vosotros estáis llamados a ser los nuevos Juanes, que permanecen Conmigo bajo la Cruz, sobre la que la Iglesia es crucificada todavía e inmolada para la salvación del mundo. — Soy Madre preocupada, porque mis extraordinarias intervenciones, que he realizado para conduciros a la conversión y a la salvación, no han sido acogidas ni seguidas. ¿Cómo vais a lograr salvaros ahora del gran castigo que ha llegado, si habéis rechazado cuanto la Madre Celestial os ha ofrecido para vuestra salvación? — Soy Madre preocupada, porque el tiempo de los últimos acontecimientos ya ha llegado. Hasta ahora he podido retrasar el comienzo de la gran prueba, por la respuesta que, en todas partes del mundo he obtenido de mis niños más pequeños. Pero ahora debéis entrar a vivir el tiempo conclusivo de la gran tribulación. Para estos momentos he suscitado por doquier mi Movimiento Sacerdotal Mariano. Para esto he llevado a este mi pequeño hijo a todas partes del mundo, para haceros entrar a todos en el seguro refugio de mi Corazón Inmaculado. Vivid dentro de este refugio el tiempo de la gran prueba que ha llegado para todos. Y abrid vuestros corazones a la esperanza porque desde este año veréis hacerse cada vez más luminosa y más fuerte, más frecuente y más advertida mi presencia materna entre vosotros.»
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