Mensaje del 4 de abril de 1985 en Dongo
Jueves Santo
La hora de una nueva agonía.
«Hijos predilectos, vivid estas horas en lo profundo de mi Corazón Inmaculado, para que podáis entrar Conmigo en el homo ardiente del amor infinito y misericordioso de mi hijo Jesús. ¡Cuánto ha esperado El este momento durante su vida! “He deseado ardientemente comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer.” Es el jueves santo Es el día de la institución de la Eucaristía. Este gran Sacramento le permite a Él estar realmente presente en medio de vosotros, renovar místicamente su Sacrificio de la nueva y eterna Alianza y entregarse en una personal comunión de vida con vosotros. Es también el día de la institución del Sacerdocio, que se perpetúa a través del mandato dado a los Apóstoles y a sus sucesores en el ejercicio del sagrado ministerio: “Haced esto en conmemoración mía.” Es vuestro día, hijos predilectos. La Madre Celeste os mira son particular y dolorosa preocupación, en el momento en que, reunidos en Concelebración en torno a vuestros Obispos, renováis los compromisos asumidos el día de vuestra ordenación sacerdotal. ¡Cuántos son los peligros que os rodean, los obstáculos que mi Adversario os tiende, las seducciones del mundo en que vivís, las dificultades que pesan sobre el fiel ejercicio de vuestro ministerio! A la institución de la Eucaristía ha seguido inmediatamente la sangrienta y terrible agonía de Getsemaní, durante la cual Jesús fue dejado solo; en el momento que tenía mayor necesidad de ayuda y consuelo, experimentó el amargo abandono de los suyos, fue traicionado por Judas y renegado por Pedro. Hoy, entre mis predilectos, cuántos son los que huyen, abandonan a Jesús y a la Iglesia, seducidos por los cómodos atractivos del mundo en que viven… Cuántos de ellos le traicionan, empujados por el deseo de lograr ser más aceptados y seguidos, en mayor sintonía con los gustos e ideologías de vuestro tiempo. Cuántos, también, repiten el gesto de Pedro, que niega al Maestro por vileza y miedo. Es para muchos el miedo de no parecer que están actualizados y en línea con las exigencias culturales, que hoy están de moda. En este jueves santo, permitid que la Madre Celeste os recoja en el redil de su Corazón Inmaculado, para formaros a ser cada vez más fieles a Jesús y su Evangelio. Sed humildes, fuertes, animosos. No os dejéis atrapar ni del miedo, ni del desaliento. La noche del error, de la apostasía y de la infidelidad ha descendido ya sobre el mundo y la Iglesia. El Cuerpo místico de Jesús está viviendo la hora de una nueva dolorosa agonía. Por esto se repiten hoy, de un modo mucho mayor, las mismas actitudes de entonces: las del abandono, de la negación y de la traición. Vosotros, en cambio, pequeños hijos, formados en el Corazón Inmaculado de vuestra Madre Celeste, como el apóstol Juan, velad en la oración y en la confianza, durante las dolorosas horas de este nuevo jueves santo.»