Mensaje del 16 de marzo de 1985 en Dongo
Sábado de Cuaresma
El ayuno que os pido.
«Caminad por la senda de la penitencia y de la mortificación. Os pido el ayuno corporal como medio para mortificar vuestros sentidos, para reparar el difundido engaño, con que hoy son seducidos tantos hijos míos, empujados a buscar su felicidad sólo en la plena satisfacción de los placeres sensibles y materiales. ¡Cuántos son los que se nutren con el manjar envenenado de la impureza y de la droga! ¡Cómo se extiende la llaga podrida de la prensa inmoral y de la pornografía! Los medios de comunicación social se convierten con frecuencia en instrumentos de corrupción moral de las conciencias, de difusión del vicio y de la obscenidad, del pecado propuesto ya como un bien y un valor. Por esto os pido a vosotros, mis predilectos e hijos a Mí consagrados, que me deis una gran fuerza de reparación con que formar un dique a la propagación de un mal tan contagioso y peligroso. Os pido el ayuno corporal para mortificar vuestros sentidos, para testimoniar hoy la necesidad de poner un límite a la exacerbada búsqueda del placer. Con vuestro buen ejemplo debéis enseñar que no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Os pido también el ayuno espiritual de toda forma de mal, para que os nutráis sólo del bien, de la Gracia y del amor. El alimento de la Palabra de Dios os nutre espiritualmente y fortalece vuestra existencia en la vida de la Gracia. Os pido el ayuno de la mente, preservándola de todo error, al aceptar la Verdad que Jesús os ha revelado. Nutrios —os repito con el precioso alimento de la Divina Escritura, sobre todo del Evangelio de Jesús. Acoged, meditad y vivid los mensajes que hoy, de tantas maneras, os da también vuestra Madre Celeste. Por esto debéis prestar atención y rechazar todas las ideologías que son contrarias a vuestra Fe, y que contienen errores disimulados y peligrosos, y que tanto daño causan a vuestro crecimiento en la fidelidad a los compromisos asumidos en el momento del Bautismo. Os pido el ayuno del corazón, cerrándolo al apego desordenado de vosotros mismos, a los bienes y a las criaturas. ¡Cuántos no saben pensar más que en sí mismos y se dejan devorar por un egoísmo desenfrenado, que les cierra a cualquier posibilidad de verdadera comunión con los demás! ¡Cuántos son los esclavos de un exacerbado apego a los bienes, al dinero, que buscan como único fin de su vida, y les consume la avaricia, que es la fuente de otros muchos vicios y pecados! Cierran así su corazón a las inmensas necesidades de los pequeños, de los pobres y de los marginados; no saben ver al que se encuentra con problemas y tiene necesidad de que lo ayuden. Os pido el ayuno del alma, teniéndola alejada de todo pecado, aun venial, de modo que se pueda nutrir sólo de la vida de la Gracia y de la Luz de Dios. Huid del pecado mortal como el mal supremo; haced cada día vuestro examen de conciencia: dejaos conducir por el Espíritu Santo con docilidad. Retome la costumbre, tan útil, de la confesión frecuente. Huid también de las fáciles ocasiones de pecado. Por esto os pido que cerréis los ojos y oídos a la televisión y al cine para preservar vuestra alma en la luz de la pureza y de la gracia. S i hacéis este ayuno que os pido, construiréis en tomo a vosotros una fuerte barrera a la propagación del mal y del pecado, y ofreceréis al Señor un holocausto de inmolación y de reparación para obtener el retomo a El de muchos pobres hijos míos pecadores. Os convertiréis así en los instrumentos de mi paz, difundiréis a vuestro alrededor la paz de los corazones, caminaréis por la senda que os ha trazado vuestra Madre Celeste.»