Mensaje del 23 de Noviembre 1993 en Sidney (Australia)
Ejercicios Espirituales en forma de Cenáculo con Sacerdotes del
M.S.M. de Oceanía
Vuestra luz resplandecerá.
«Qué contenta estoy, Sacerdotes de mi Movimiento de Ausralia, de veros aquí reunidos en un continuo Cenáculo de oración y de fraternidad. Creced en el amor entre vosotros. Vivid estos días con la alegría de hermanos que se encuentran, se conocen, se aman, se ayudan a caminar juntos por la senda dolorosa de estos tiempos de la gran tribulación. Orad con perseverancia y con confianza. Yo me uno a vuestra oración. Estoy junto a vosotros para dar fuerza y poder a vuestra oración, de forma que el Espíritu Santo pueda descender con sus dones, en este vuestro Cenáculo y volveros capaces para la misión que os espera. Iluminad la tierra en estos días de gran oscuridad y sed consuelo y alegría para toda la Iglesia, en este tiempo de su gran desolación. Vuestra luz resplandecerá cada vez más y se difundirá en todo este tan vasto Continente de Oceania, tan insidiado y poseído por mi Adversario que es también el vuestro. — Vuestra luz resplandecerá a través de vuestro testimonio sacerdotal de fe. Ved cómo la apostasía se ha difundido por doquier; cómo se enseñan y propagan los errores; cómo aumenta la indisciplina y la confusión. Cuántos Pastores ya no vigilan sobre su grey confiada a ellos y así muchos lobos rapaces, con vestidura de corderos, entran para hacer estragos en el redil de mi Hijo Jesús. Sed vosotros la luz encendida sobre el candelero, para atraer hacia el camino de la Verdad a tantos pobres hijos míos que caminan en la tiniebla del error y de la pérdida de la verdadera fe. Entonces seréis ministros fieles del Evangelio y, por medio de vosotros, la Iglesia, después de la dolorosa prueba que ahora está viviendo, volverá a difundir en todo su esplendor la Luz de Cristo y de su Verdad. — Vuestra luz resplandecerá a través de vuestro testimonio sacerdotal de santidad. Ved cómo el materialismo y el hedonismo amenazan esta gran Nación. La búsqueda del placer, del dinero, del bienestar, de la diversión, de la impureza se ha vuelto para muchos el único ideal en la vida. Y así los pequeños son encauzados por la senda del mal; los jóvenes son atraídos por el vicio y la droga; las familias son destruidas por el divorcio y por la cerrazón,egoísta del don de la vida. Traed de nuevo a la casa del Padre a estos mis pobres hijos que se han descarriado. Para esto sed ministros fieles de la Gracia y de la santidad, a través del ministerio de los sacramentos, que Jesús os ha confiado, sobre todo el de la Reconciliación. Poneos a disposición de los fieles para conducirlos por la senda del bien y del amor, de la pureza y de la Gracia, de la paz y de la salvación. — Vuestra luz resplandecerá a través de vuestro testimonio sacerdotal de amor. Amad a todos con el Corazón divino de Jesús y con la ternura de mi Amor materno. ¡Ved cómo el mundo hoy se ha vuelto un desierto de amor! El egoísmo desenfrenado domina; la violencia y el odio se difunden; la indiferencia toma ventaja en tantos corazones, vueltos fríos e insensibles hacia los más necesitados. Sed vosotros, Sacerdotes consagrados a mi Corazón Inmaculado, el bálsamo suave que se vierte sobre todas las heridas abiertas y sangrantes. Tomad de la mano a los pequeños; sostened a los débiles; conducid a los vacilantes; confortad a los enfermos; salvad a los perdidos; convertid a los pecadores; dad confianza a los desesperados; id al encuentro de los alejados y llevadlos, en vuestros brazos sacerdotales, al seguro refugio de mi Corazón Inmaculado. Entonces os hacéis los instrumentos del triunfo de mi Corazón Inmaculado en el mundo. Salid de este Cenáculo e id a todas las partes de este vasto Continente para iluminar la tierra con la luz de vuestra fe, de vuestra santidad y de vuestro amor. Yo estoy siempre con vosotros. Como Madre os sigo en vuestro camino y estoy junto a vosotros para daros ayuda y consuelo. Con vuestros seres queridos, con las personas que os han sido confiadas, os bendigo a todos en el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.»