Mensaje del 14 de noviembre de 1984 en Zagreb (Yugoslavia)
Ejercicios Espirituales, en forma de Cenáculo con los Sacerdotes
del M.S.M. de la lengua eslovena y croata
Mi urgente invitación.
«Hijos predilectos, acojo con alegría este continuo Cenáculo de fraternidad sacerdotal y de oración que hacéis unidos a Mí, vuestra Madre Celeste. Estáis en esta tierra, donde mis hijos sufren y soportan el peso de innumerables padecimientos; en esta tierra tan perseguida por mi Adversario y vuestro, pero tan amada y protegida por Mí. Extiendo sobre todos mi manto luminoso, y os recojo en el seguro refugio de mi Corazón Inmaculado. A través de vosotros, hijos predilectos, quiero difundir por todas partes, en estos países de Oriente, mi urgente y angustioso mensaje para que llegue a todos mis hijos. Soy la Reina de la Paz. Nunca como hoy amenaza a la humanidad el peligro de la guerra y de una inmensa destrucción. Miradme a Mí como Aquella, a quien Dios le ha dado la misión de traer al mundo la paz. Por esto os invito a invocarla con una oración incesante, confiada y hecha siempre en unión Conmigo. Sobre todo, recitad el Santo Rosario. Podéis así obtener del Señor la gran gracia de la conversión de los corazones, para que todos se abran a sentimientos de amor y bondad. De esta manera la paz podrá penetrar en el corazón de los hombres, y después difundirse en las familias, en las naciones, en todo el mundo. Soy la Madre de la Consolación. En estos tiempos tan atribulados, me pongo al lado de cada uno de vosotros para participar en los difíciles momentos de vuestra existencia. Estoy junto a vosotros cuando oráis y trabajáis, cuando camináis y reposáis, cuando gozáis y padecéis. Es para daros un signo seguro de mi materna presencia, y para daros alegría y consuelo en medio de vuestros muchos padecimientos, por lo que Yo misma he escogido esta tierra para aparecerme de una manera nueva, más prolongada y más extraordinaria. Los puros de corazón me saben ver; los pobres, los pequeños, los sencillos me saben escuchar; los humildes, los enfermos, los pecadores me saben encontrar. Si encontráis dificultades o impedimentos, no os entristezcáis porque no os es posible venir al lugar de mis apariciones. Cuando oráis, hacéis penitencia y escucháis mi materna llamada a caminar por la senda de la conversión y del amor, vosotros espiritualmente venís al encuentro de la Madre Celeste que se manifiesta, así, presente en medio de vosotros. Soy la Madre de la confianza. En estos tiempos, ¿cuántos son mis pobres hijos que se alejan de Dios porque se convierten en víctimas del error del ateísmo, hoy tan difundido, sostenido y divulgado a través de todos los medios de comunicación social? Innumerable es el ejército de los que caminan en la oscuridad del rechazo de Dios, de la falta de fe, de la inmoralidad, de la injusticia y de la impiedad. La iniquidad cubre toda la tierra como una espesa capa de hielo, y la copa de la divina Justicia está ya colmada y rebosante. Ahora me revelo a vosotros para indicaros el camino de la salvación y del retomo a Dios. Si la humanidad no acoge mi materna invitación a retomar al Señor, estará inexorablemente perdida. Por esto os repito aún mi angustioso mensaje: — Caminad por la senda de vuestro retorno al Señor. Convertios, porque, todavía, por un poco de tiempo es el momento favorable para la conversión. Convertios y retomad a vuestro Dios. Desde aquí, y por medio de vosotros, bendigo a todos mis hijos que viven en estas Naciones, que tanto amo y protejo, porque deben soportar grandes pruebas y sufrimientos: mis hijos de Yugoslavia, Albania, Bulgaria, Rumania, Hungría, Checoslovaquia, Alemania Oriental, Polonia, Rusia y los de todo el mundo, que quiero recoger, lo más pronto posible, en el seguro refugio de mi Corazón Inmaculado.»