Mensaje del 8 septiembre de 1993 en Beppu-Oita (Japón)
Natividad de la Santísima Virgen María.
Por la vía de la humildad.
«Hijos predilectos, mirad hoy a vuestra Madre niña y depositad una corona perfumada de amor y humildad entorno a la cuna, en que me veneráis en el momento de mi nacimiento terreno. Soy vuestra Madre que os conduce por la vía de la humildad y de la pequeñez, de la docilidad y de la obediencia, de la mortificación y de la pureza. Por la vía de la humildad seguidme cada día, porque sois llamados a contemplar, en estos últimos tiempos, las mayores maravillas del Señor. Como el Señor ha mirado la humildad de su Sierva, así hoy el Señor mira a la humildad de todos vosotros mis pequeños hijos. Por la vía de la humildad aprended a ser pequeños. Hoy, cuando mi Adversario consigue engañar a todos con el espíritu del orgullo y de la soberbia, vosotros permaneced siempre en la Verdad y proclamadla con valor en toda su integridad. Así, en estos tiempos de gran tiniebla, vosotros dais a todos la luz del Evangelio. Entonces llegaréis a ser la misma voz de Dios, que habla todavía por medio de vosotros y obtiene su mayor victoria sobre los potentes y sobre sus fuertes adversarios, por medio del silencio, de mis pequeños hijos. Por la vía de la humildad aprended a ser dóciles. En estos tiempos en los que mi Adversario consigue seducir a muchos con el espíritu maligno de la propia afirmación y de la rebelión, vosotros dad el buen ejemplo de una obediencia humilde y valerosa. Sed obedientes al Papa y a los Obispos unidos con El; sed obedientes a todas las normas que regulan vuestra vida sacerdotal; sed obedientes a la Voluntad de Dios, que se ha manifestado cada vez más a vosotros, para que vuestro Padre que está en los cielos sea glorificado en vosotros, cada día, en el perfecto cumplimiento de su divina Voluntad. Por la vía de la humildad aprended a ser puros. En estos vuestros días en los que mi Adversario consigue seducir a todos con la tiniebla del pecado y de la impureza, vosotros permaneced en la pureza y dad el buen ejemplo de una vida sacerdotal santa y sin mancha. Sobre todo por el testimonio de una gozosa fidelidad a vuestro compromiso del celibato, porque vuestro cuerpo sacerdotal debe ser un cuerpo crucificado al mundo y a todas sus seducciones. Por esto, mi pequeño niño, te he traído todavía a este gran País tan lejano, en el día de mi Natividad. Mira las decenas de millones de tus hermanos que viven todavía inmersos en la tiniebla del paganismo y esperan el momento de entrar en el único redil, para conocer finalmente la voz consoladora del único Buen Pastor. Hoy os anuncio que este gran milagro sobrevendrá pronto. Por el triunfo de mi Corazón Inmaculado en el mundo, todo este gran pueblo todavía pagano, entrará a formar parte de la grey, de la cual Jesucristo es el Buen Pastor. Preparaos para este gran momento en la humildad y en la confianza, escuchando con docilidad la voz de vuestra Madre Celestial. Hoy os bendigo y os tomo de la mano para conduciros a vivir las horas dolorosas de la gran prueba, que ya ha llegado, para disponer al mundo al encuentro con su Señor, que está para retornar a vosotros en el esplendor de su reino de gloria.»