Mensaje del 7 de marzo de 1976
Domingo primero de Cuaresma
Los perfectos consoladores.
«Sed hijos míos, los perfectos consoladores de mi Hijo Jesús. Nunca como en estos tiempos se repite su divino lamento: “He buscado consoladores y no los he encontrado”. ¿Por qué mi Hijo Jesús pregunta si hay quien pueda consolar su Corazón? Jesús es Dios, pero también es hombre. Es hombre perfecto. Su corazón palpita le amor divino y humano: en El está toda la plenitud del amor. El Suyo es el Corazón que más ha amado, que más ha sufrido, que ha sido más sensible a las delicadezas y a las manifestaciones de afecto, así como también a los ultrajes y a las ofensas. Ahora el Corazón de mi Hijo está como sumergido en el gran mar de la ingratitud humana. ¡Cuánto os ama aún! Continúa palpitando de amor por vosotros y recibe sólo ofensas y pecados. 1. Fue con motivo de la declaración “persona Humana” sobre puntos de ética sexual. Os ha revelado el secreto del Padre y os ha reconducido a Él. Ahora la Humanidad entera se ha rebelado, rechazando al mismo Dios. El ateísmo, que todo lo inunda, es la espina que hoy hace sangrar de continuo al Corazón de mi Hijo Jesús. Y vosotros, Sacerdotes, sois todos mis hijos predilectos, porque sois el fruto más doloroso y amoroso de la predilección de mi Hijo Jesús. Habéis sido llamados por divino designio a ser sus ministros, sus apóstoles, sus consoladores. ¿Por qué aún hoy muchos de vosotros le traicionan? ¿Por qué aún hoy muchos de vosotros huyen y dejan a Jesús y a la Iglesia en el abandono? ¿Por qué aún hoy muchos de vosotros duermen? Es sueño muchas veces el trabajo por el que os dejáis absorber y aplastar. Es sueño también el afán con que tratáis de adaptaros al mundo, de haceros simpáticos, acogidos y comprendidos por este mundo. Es sueño todo lo que de humano os deja apesadumbrados. ¿Dónde están mis hijos predilectos que aún hoy quieran velar? En la oración: “¡Velad y orad para no caer en la tentación!” En el sufrimiento de esta nueva hora de agonía para mi Iglesia: “¡El espíritu está pronto, pero la carne es débil!” Os estoy llamando, amados hijos míos; os estoy reuniendo de todas las partes del mundo, como hace la gallina con sus polluelos; os estoy recogiendo a todos en mi Corazón Inmaculado. ¿Puede la Madre quedar indiferente ante el inmenso abandono y al gran dolor de su Hijo? Entonces comprended que es deber mío, sobre todo, consolarle. Por eso os quiero a todos consagrados a mi Corazón Inmaculado: para hacer de todos vosotros los perfectos consoladores del Corazón de mi Hijo Jesús.»