Mensaje del 31 de diciembre de 1975
Ultima noche del año
El don que Yo doy a la Iglesia.
«Pasa las últimas horas de este año en mi Corazón Inmaculado en oración. Se cierra un año que ha sido de gracia y de misericordia: este año santo de 1975. Muchos hijos míos han acogido la invitación del Vicario de Cristo; han venido de todas partes del mundo a recibir el gran perdón. Otros hijos míos han pasado este año en la más completa indiferencia, sumergidos sólo en sus intereses terrenos. Muchísimos otros no han escuchado esta invitación; al contrario, han cerrado conscientemente sus almas a la gran misericordia de mi Hijo Jesús. Entre éstos, por desgracia, ha habido también Sacerdotes. Esto es la señal de la verdad de cuanto repetidas veces te he hecho sentir en tu corazón. Satanás está tramando en mi Iglesia de manera cada vez más manifiesta. Se le han asociado ya muchos hijos míos Sacerdotes, engañándoles con el falso espejismo que el marxismo propone a todos: el interés exclusivo por los pobres; un cristianismo empeñado sólo en la construcción de una más justa sociedad humana; una Iglesia que se querría más evangélica y, en consecuencia, sustraída a la institución jerárquica. Esta verdadera división en mi Iglesia, esta verdadera apostasía, por parte de muchos hijos míos Sacerdotes, se acentuará, hasta convertirse en una violenta y abierta rebelión. Por eso, hijo mío amadísimo, en este año he completado ya mi Obra. Como te había predicho hace un año, mi Movimiento se ha propagado por doquier y ha florecido en una maravillosa primavera para toda la Iglesia. Mi Obra se ha extendido por todo el mundo; ahora ya el ejército de mis Sacerdotes está dispuesto. Continuaré aún mi acción de Madre, que cada día será más evidente y fuerte, para el triunfo de mi Corazón Inmaculado en el mundo. Pasa, por tanto, las últimas horas de este año en oración. Une tu oración a la de todos mis hijos predilectos. En todas partes del mundo, sentirán en estas horas mi invitación a recogerse Conmigo en oración, a estrecharse todos en mi Corazón Inmaculado. Todo lo que os espera, hijos míos amadísimos, es ya solamente vuestro completo sacrificio para la salvación del mundo y la purificación de la tierra. El tiempo que el Padre dispone todavía para vosotros es muy precioso: no lo malgastéis. Vivid Conmigo cada momento, en mi Corazón Inmaculado. No miréis al futuro; vivid sólo el presente que la Madre os prepara. El mal, que va siempre en aumento y parece sumergirlo todo, no os turbe ni os desaliente. Pronto Yo misma recogeré todo él bien que se encuentra en todas las partes del mundo y lo depositaré en mi Corazón para ofrecerlo a la Justicia de Dios. Comenzad Conmigo el nuevo año, hijos míos predilectos. Vosotros sois mi trama; el designio de amor de vuestra Madre; el don que hago a la Iglesia para que sea consolada en la pasión y en la aparente muerte que le espera, antes de su maravillosa renovación con el triunfo de mi Corazón Inmaculado en el mun do.»