Mensaje del 9 de abril 1993 en Rubbio (Italia)
Viernes Santo
Se renueva su dolorosa pasión.
«Hijos predilectos, venid Conmigo al Calvario, para vivir la hora dolorosa de la pasión y de la muerte de mi hijo Jesús. Con cuánta fatiga recorre el camino hacia el Gólgota, llevando sobre sus espaldas llagadas el peso de su patíbulo. Qué lejanas están las voces de su triunfo: “Hosanna al Hijo de David, Bendito Aquel que viene en el nombre del Señor”. En lugar de los ramos de palma y de olivo, están las lanzas de los soldados de Roma; al clamor del Hosanna de la multitud, los gritos y ultrajes de los verdugos; al canto alegre de los niños, el llanto de las mujeres fieles; al solemne caminar majestuoso y real, el lento avanzar llevando a espaldas la Cruz. No están las multitudes alimentadas por Jesús con su pan; los enfermos curados; los pecadores conducidos a la senda del bien; los Apóstoles elegidos para ser sus testigos. Pero está su Madre, con el amado Juan a su lado que os representa a todos, mis hijos predilectos. Besemos juntos sus llagas; recojamos su sangre; cerremos sus heridas profundas; arreglemos sus cabellos embebidos de sangre; enjuguemos su rostro de los salivazos y golpes; limpiemos su cuerpo martirizado, recubierto de injurias; bebamos la sangre y el agua que salen de su Corazón traspasado. Y vivamos por siempre en el alma su pasión dolorosa. Esta su dolorosa pasión se renueva en estos últimos tiempos en los que la gran prueba ha llegado para todos. Se renueva su dolorosa pasión para la Iglesia su Cuerpo Místico. También ella es llamada a entrar en el Getsemaní de su agonía; también ella conoce el beso de la traición, la negación y el abandono por parte de los suyos; también ella debe saborear toda la amargura de su cáliz; ella misma es despreciada, azotada y coronada de espinas; también ella conoce la condena y el vituperio de muchos; ella también es crucificada e inmolada, para que el designio del Padre se cumpla. Se renueva su dolorosa pasión para vosotros, mis hijos predilectos. Por esto hace tanto que os he llamado a entrar, con vuestra consagración, en el Getsemaní de mi Corazón Inmaculado. Para formaros en vuestra inmolación sacerdotal y daros la fuerza de avanzar sin temor hacia el Calvario de vuestro martirio, junto a Mí, Madre dolorosa, que os he engendrado bajo la Cruz sobre la que ha sido muerto mi hijo Jesús. El tiempo de vuestra dolorosa pasión ha llegado ya. También vosotros seréis perseguidos y golpeados, rechazados y condenados, apresados y muertos. Pero no os dejéis atrapar del temor ni del miedo. Yo estoy cerca de vosotros como he estado bajo la Cruz. Yo estoy al lado en la hora de la dolorosa pasión que se renueva para vosotros, mis predilectos, porque también hoy bajo vuestra Cruz, cumplo Yo mi función de Madre de los tiempos nuevos, que nacen de vuestro doloroso padecer.»