Mensaje del 24 de octubre de 1984 en Londres (Inglaterra)
Ejercicios Espirituales en forma de Cenáculo,
con los Sacerdotes del M.S.M. de habla inglesa
¡Combatid, hijos predilectos!
«Acojo con alegría la oración y la fraternidad que, en estos días, os une en Cenáculo de vida Conmigo, a vosotros hijos predilectos de mi Movimiento de Inglaterra e Irlanda, esta tierra tan amenazada hoy por mi Adversario, pero tan amada y protegida por Mí. Me uno a vuestra incesante oración para obteneros del Padre y del Hijo el don del Espíritu Santo, que os confirme en vuestra vocación, dé alientos a vuestra acción apostólica, eficacia a vuestro trabajo y consuelo a vuestras almas. Ánimo, hijos míos predilectos, porque éstos son mis tiempos, y Yo os llamo a todos los que os habéis enrolado en mi ejército, al combate por el triunfo de mi Hijo Jesús, en el triunfo del amor y del bien. Yo os he formado para difundir la Luz de Cristo, de su Verdad, de su Evangelio en estos días de oscuridad y de tinieblas. Vosotros sois llamados a ser mis apóstoles en los difíciles tiempos que estáis viviendo. Combatid, mis predilectos, con el amor, que debe crecer en vosotros cada vez más, hasta lograr alcanzar las mismas dimensiones de la divina caridad del Corazón de mi Hijo Jesús. Ved cómo en vuestros países, mi Adversario combate, sobre todo, por medio del odio, que siembra por doquier la división y la discordia, el egoísmo desenfrenado y la violencia. Y así, muchos hijos míos caen a menudo víctimas del terrorismo, y la sangre corre por vuestras calles. Haced que triunfe el amor y la bondad. Apagad el fuego del odio con la rociada de vuestra sacerdotal caridad. Convertios en instrumentos míos para construir a vuestro alrededor la comunión y la fraternidad. Para esto llegad a todos, pero especialmente a los más necesitados y a los más alejados, con la ternura de mi amor materno. Combatid, mis predilectos, con la oración, que debéis hacer en unión Conmigo, y se debe ofrecer a Dios como vuestra contribución más preciosa para la salvación del mundo. En vuestros Países, la Iglesia se presenta aún dividida, por tanto se siente urgente por muchos el problema de su unidad. Bendigo los esfuerzos que se hacen desde tantas partes para conseguir recomponer la unidad de la Iglesia. Pero os confío, hijos, que tan noble deseo sólo puede acontecer por un especial milagro del Espíritu Santo y por una singular intervención de mi Corazón Inmaculado. Por esto me es necesaria mucha oración. Se obtiene más con un día fe intensa oración que con años de continuas discusiones. Orad con fe y confianza; con recogimiento y perseverancia; recitad bien la Liturgia de las Horas, el santo Rosario, y la Santa Misa sea el centro de vuestra jomada apostólica. Multiplicad por todas partes los Cenáculos de oración y de fraternidad. Os prometo que, después del triunfo de mi Corazón Inmaculado, vuestros Países tendrán la alegría de ver nuevamente una Iglesia renovada y unida, que reflejará por doquier el esplendor de Cristo. Combatid, mis predilectos, con vuestra personal inmolación. Entregadme todos vuestros sufrimientos. Para Mí son preciosos porque los puedo ofrecer a Jesús, para que se unan a su perenne y sacerdotal intercesión por vosotros. Sobre todo, en vuestros países, mi Adversario os seduce con el veneno del neopaganismo, y con una inmoralidad, que cada vez se propaga más, y cosecha víctimas entre tantos de mis hijos. ¡Cuántos son los jóvenes seducidos por el vicio, a la búsqueda de toda clase de placer y que, atraídos por la enorme difusión de la impureza y de la droga, viven como enfermos, necesitados de ayuda para curarse! Vuestros sufrimientos sacerdotales son eficaces medicinas para las muchas llagas, que hoy laceran a mis pobres hijos en número cada vez mayor. Por esto os llamo cada día a una mayor inmolación. La paz de Jesús y la Mía estén siempre con vosotros. Vivid en la paz de los corazones. Difundid a vuestro alrededor la paz. Soy la Reina de la Paz. Soy la Madre de la Consolación. Por vuestro medio, bendigo hoy a todos mis predilectos y a los hijos consagrados a Mí de vuestros Países y del mundo en tero.»