Mensaje del 27 de marzo de 1992 en Sao Paulo (Brasil)
Ejercicios Espirituales en forma de Cenáculo,
con los Responsables del M.S.M. de todo Brasil
Id y evangelizad.
«Mi Corazón Inmaculado es hoy glorificado por vosotros, en este Cenáculo continuo de oración y fraternidad en el cual os encontráis los Responsables del Movimiento Sacerdotal Mariano, llegados de todas partes del Brasil. Yo estoy con vosotros. Me uno a vuestra oración, para alcanzaros el don del Espíritu Santo, que os transforme en los Apóstoles de estos últimos tiempos. Ha llegado el momento de vuestro testimonio público. Mostraos a todos como mis pequeños hijos, como los Apóstoles formados por Mí para la gran misión de la nueva evangelización que os espera. Así como en el Cenáculo de Jerusalén, Yo abrí la puerta para que los Apóstoles salieran a predicar el Evangelio, iniciando así la primera evangelización, así en este vuestro Cenáculo, Yo os llamo a ser los Apóstoles de la Segunda Evangelización. Por lo tanto al finalizar este Cenáculo extraordinario, Yo confío a cada uno de vosotros mi mandato maternal: id y evangelizad. — Id a todas partes de esta vuestra Nación tan grande. Id a todos los lugares, hasta los más lejanos y perdidos. Id a todos mis hijos, especialmente a los más alejados, a los pecadores, a los pobres, a aquellos que son víctimas del mal, del vicio, del egoísmo, del odio, y de la impureza. Id a todas la criaturas, con la fuerza que os da mi misión maternal. Id como Apóstoles de la Segunda Evangelización, a la cual os llama fuertemente mi primer hijo predilecto, el Papa Juan Pablo II. Id y evangelizad. —Evangelizad esta pobre humanidad, que ha vuelto al paganismo, después de casi dos mil años desde el primer anuncio del Evangelio. Evangelizadla, predicando la urgente necesidad de la conversión y de su retomo al Señor. Que los ídolos que ella ha construido con sus propias manos, sean destruidos: el placer, el dinero, el orgullo, la impureza, el ateísmo, el egoísmo desenfrenado, el odio y la violencia. Y que vuelva a su Dios por el camino de la penitencia, de la renuncia a Satanás, y a sus seducciones; al pecado y a toda forma de mal. Entonces florecerán en su camino la Gracia y la santidad, la pureza y el amor, la concordia y la paz. Evangelizad la Iglesia sufriente y dividida, invadida por el humo de Satanás y amenazada por la apostasía y por la pérdida de la fe. Que la Iglesia vuelva a creer en el Evangelio de Jesús. El Evangelio de Jesús, predicado y vivido a la letra, sea la única luz que la guíe en su camino terreno. Entonces la Iglesia volverá a ser humilde, santa, hermosa, pobre, evangélica, sin manchas ni arrugas, a imitación de vuestra Madre Celeste, que la conduce cada día hacia su mayor renovación. —Evangelizad a todos los hombres, predicando que el Reino de Dios está cerca. Se acerca el momento de la segunda venida de Jesús, del retomo de Cristo en gloria, para instaurar entre vosotros su Reino de gracia, de santidad, de justicia, de amor y de paz. Anunciad a todos este su glorioso retomo, para que florezca en el mundo la esperanza y el corazón de los hombres se abra para recibirlo. Abrid de par en par las puertas a Cristo que viene. Por esto predicad la necesidad de la oración y de la penitencia; la práctica valiente de todas las virtudes; de la vuelta al culto perfecto de amor, de adoración y de reparación a Jesús presente en la Eucaristía. Difundid por todas partes los Cenáculos de oración que Yo os he pedido: entre los niños, los jóvenes, los sacerdotes y los fieles. Sobre todo difundid por todas partes los Cenáculos familiares que Yo pido como medio poderoso para salvar la familia cristiana de los grandes males que la amenazan. Salid de este Cenáculo como los Apóstoles de esta Segunda Evangelización. No temáis. Yo estoy siempre con vosotros y os conduzco por este camino luminoso. Con vuestros seres queridos, y con las almas que os han sido confiadas, os bendigo, a todos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.»