Mensaje del 21 de enero de 1984 en Santuario de Castelmonte (Udine)
(Durante la concelebración, inmediatamente después del Evangelio)
Fiesta de Santa Inés virgen y mártir
Mi libro.
«Acepto el homenaje de los que habéis subido aquí arriba a mi Santuario para dar las gracias a vuestra Madre Celeste por el libro. ¡Cuántas dificultades ha encontrado “Mi libro”, pero cuánto bien ha hecho en todas las partes del mundo, traducido ya a tantas lenguas! Ha sido el instrumento, que ha llevado al alma y al corazón de muchos hijos predilectos, la voz de la Madre Celeste, la manifestación de mi designio materno, la invitación a recogeros todos en el refugio de mi Corazón Inmaculado. ¿Cómo debe ser leído este libro? Con la simplicidad de un niño que escucha a la madre. Él no pregunta por qué habla, o cómo habla, o adonde lo conduce con sus palabras. La ama y la escucha; hace todo lo que le dice. Entonces el niño es feliz, porque se siente así guiado e iluminado por la madre, y, conducido por ella y formado por sus palabras, cada día crece en la vida. Así debe ser para vosotros. Leedlo con sencillez, sin plantearos tantos problemas: cómo hablo, por qué hablo, dónde hablo. A mí me interesa sólo que viváis cuanto os he dicho. Entonces vuestro corazón arderá de amor, mi luz iluminará vuestra alma, y os transformaré interiormente y os conduciré cada día a hacer lo que agrada al Corazón de Jesús. Si estáis consagrados a Mí, Yo os tomo como sois, con vuestras limitaciones, con vuestros defectos y pecados, con vuestra fragilidad; pero luego, cada día, os voy transformando para conduciros a ser según el designio que Dios ha confiado a mi Corazón Inmaculado. ¿Qué digo en este “Mi libro” ? Trazo un camino sencillo y bello, pero difícil, (¡oh, cuán difícil!), que es necesario recorrer, si queréis vivir la consagración. Os enseño cómo se debe vivir la consagración. Os enseño cómo se vive; os formo concretamente a vivir Conmigo. Os digo las cosas, que más llevo en el corazón, porque son las mismas que Jesús os ha dicho en el Evangelio, que hoy debe ser vivido con la sencillez de los pequeños, con el ardor de los mártires, con la fidelidad de valerosos testigos: debe ser vivido a la letra. Así pues, os llamo a la oración, a la penitencia, a la mortificación, a la práctica de las virtudes, a la confianza, a la esperanza, al ejercicio de una caridad cada vez más perfecta. Esto es cuanto Yo deseo deciros. No os detengáis, por tanto, en las predicciones que os hago, tratando de haceros comprender los tiempos que vivís. Como madre, os digo los peligros que corréis, las amenazas que se ciernen sobre vosotros, todo lo que os podría sobrevenir de mal, pero sólo porque todo este mal puede ser aún evitado, los peligros se pueden eludir, el designio de la Justicia de Dios puede cambiarse siempre por la fuerza de su Amor Misericordioso. Aun cuando os predigo los castigos, recordad que en cada momento puede cambiarlo todo la fuerza de vuestra oración y de vuestra penitencia reparadora. No digáis, por tanto: “Cuanto nos ha predicho no se ha cumplido”, sino dad gracias Conmigo al Padre Celeste, porque de la respuesta de oración y de consagración, por vuestro sufrimiento, por los inmensos padecimientos de tantos hijos míos, Él desplaza aún el tiempo de la Justicia, para que florezca el de la gran Misericordia (…).»