Mensaje del 28 de marzo de 1975
Viernes Santo
El camino de la Cruz.
«He aquí por qué hoy te he querido en este lugar, lejos de toda preocupación y actividad para permanecer solo con mi Hijo Jesús (…). El camino por el que quiero conducir a mis hijos predilectos, los Sacerdotes consagrados a mi Corazón Inmaculado y de mi Movimiento, es el de la Cruz• Sobre la Cruz los quiero a todos con mi Hijo, en la oración y en el sufrimiento. Este ha sido el camino recorrido por Jesús para llevar a cabo la redención y para salvar a todos los hombres. Éste es el camino que,deben recorrer los Sacerdotes llamados a formar mi ejército, para que los hombres redimidos por mi Hijo, pero de Él arrancados por Satanás, puedan aún hoy salvarse a través de una intervención especial de mi maternal Corazón Inmaculado. El camino de la Cruz, mis pequeños hijos, es el único camino que he trazado para vosotros porque es aquel que, con mi Hijo Jesús, vuestra Madre recorrió primero. Recorredlo sin miedo, porque seréis conducidos por mi mano, alentados por mi amor de Madre. Recorredlo Conmigo, en mi Corazón Inmaculado; así, al lado de vuestra cruz, sentiréis la presencia de la Madre que os confortará y os ayudará. Este camino debe ser recorrido por vosotros, porque sólo así podréis ser en todo semejantes a mi Hijo Jesús. Mi misión es la de haceros en todo semejantes a Él. Después de haberos desprendido de todo para estar dispuestos a hacer la voluntad del Padre, después de haberos vuelto niños para haceros Sacerdotes según el Corazón de Jesús, ha llegado la hora en que sois llamados a subir con Él al Calvario. 150Es la hora del Calvario para mi Iglesia, para el Santo Padre, para todos los Sacerdotes que quieren ser fieles a mi Hijo y al Evangelio. Mas ésta es también, hijos míos predilectos, vuestra hora más bella para la cual desde hace tanto tiempo Yo misma he preparado a cada uno de vosotros. Decid conmigo: “Sí, Padre, hágase tu voluntad”. Aunque sea ésta la hora de las tinieblas, vosotros sois llamados por Mí a reflejar la luz de la voluntad y del designio del Padre. Seréis llamados a dar testimonio de la paternidad y del amor misericordioso de Dios (…).»