Mensaje del 26 de agosto de 1983 en Toronto (Canadá)
Nuestra Señora de Czestochowa
Madre de la Purificación.
«Hijos predilectos, mirad con mis ojos misericordiosos los males que hoy afligen a la humanidad y a la Iglesia, y también vosotros derramaréis lágrimas de dolor y de profunda compasión. Amad con mi Corazón a todos vuestros hermanos, y sentiréis como vuestros los inmensos sufrimientos de mis pobres hijos. Soy la Reina de todas las naciones y la mía, que es una realeza de amor, quiere llevar los corazones de todos a la mayor unión de vida con Jesús, de modo que el Padre sea glorificado por el triunfo de su Espíritu de Amor. Llevad en vuestra vida los sufrimientos de los pueblos reducidos a la esclavitud por los que reniegan de Dios y difunden por todos los medios el ateísmo. Polonia, de la que fui oficialmente proclamada Reina, es signo de esta perenne y sangrienta persecución. En estas naciones ¡A cuántos se les impide profesar su fe! ¡A cuántos se les margina con motivo de su fidelidad a Jesús y a la Iglesia! Desde hace muchos años el Dragón Rojo ha extendido su dominio sobre estos pueblos y persigue a mis hijos con los medios más engañosos y refinados. Sentid en el corazón la profunda herida que me causan los millones de niños asesinados en el seno de sus madres; el pecado que se propaga y seduce a las almas; la inmoralidad que corrompe las conciencias como un terrible cáncer; la desorientación de los jóvenes, víctimas del vicio, de la droga y la violencia; de la destrucción de tantos hogares. Participad también en los sufrimientos de la Iglesia que vive la hora de su mayor abandono. ¡Qué enferma está esta amadísima Hija mía! Llevad en el corazón los sufrimientos de Jesús y míos por el estado de agonía en que yace la Iglesia, ya en todas las partes del mundo. Se enseña el error y se difunde bajo fórmulas ambiguas de nuevas interpretaciones culturales de la verdad; se acoge el espíritu del mundo, que se expande con su maléfico influjo y lleva a muchas almas a escoger, a justificar el pecado y a vivir en él; la falta de fe se extiende, y en muchos lugares de culto se echan afuera las imágenes de los Santos y hasta la de vuestra Madre Celeste. La apostasía se ha difundido ya en toda la Iglesia, traicionada hasta por algunos de sus Obispos, abandonada por muchos de sus Sacerdotes, desertada por muchos de sus hijos y violada por mi Adversario. Tú, pequeño hijo mío, vete una vez más a todas las partes del mundo, y anuncia a todos con fuerza mi mensaje. Éstos son los tiempos terribles y dolorosos de vuestra purificación. Nunca como ahora debéis acudir a Mí para ser consolados, defendidos y salvados. Soy Madre también, en estos tiempos que vivís. Soy vuestra Madre en la hora de la presente purificación.»