Mensaje del 22 de agosto de 1990 en Budapest (Hungría)
Ejercicios Espirituales en forma de Cenáculo,
con los Sacerdotes del M.S.M. de Hungría
Reina del amor.
«Soy vuestra Madre y Reina. Hoy veneráis la memoria litúrgica de mi materna Realeza. Y os encontráis aquí, hijos predilectos de Hungría, para hacer vuestros Ejercicios Espirituales, en forma de Cenáculo continuo, como lo era el de Jerusalén. Me uno a vuestra incesante oración, para obteneros el don del Espíritu Santo, que os confirme en vuestra vocación. Construyo una mayor fraternidad entre vosotros y, como Madre, os llevo a conoceros mutuamente, a comprenderos, a ayudaros, a amaros unos a otros, para que viváis cada vez más el mandamiento nuevo que mi Hijo Jesús os ha dado. Os indico el camino que debéis recorrer para vivir cada día la consagración que habéis hecho a mi Corazón Inmaculado, para que de este modo podáis llegar a ser los rayos de Luz que bajan en medio de tanta oscuridad, para anunciar el próximo triunfo de mi Corazón Inmaculado en el mundo. Soy la Reina del Amor. Salís de un período de tiempo difícil y doloroso, en el cual mi Adversario ha ejercido, fuertemente, su dominio sobre vosotros. Así habéis conocido momentos de gran aflicción; el rechazo de Dios y de su Ley de amor se ha difundido entre vosotros; habéis saboreado la amargura del egoísmo, del odio, de la división, del miedo y de una gran aridez. Pero Yo he venido en vuestra ayuda, como Madre y Reina vuestra, porque esta Nación me ha sido consagrada por vuestro patrono, el Rey San Esteban. Y en estos años quiero ejercer, de una manera más y más fuerte, mi materna Realeza. Soy la Reina del Amor. Por eso os llamo hoy a vosotros, Sacerdotes, y por vuestro medio, llamo a todos los fieles a consagrarse a mi Corazón Inmaculado. Así puedo, verdaderamente, tomar posesión de vuestra existencia y hacer de vosotros, los instrumentos del triunfo de mi Corazón Inmaculado en el mundo. Vosotros sois los rayos de luz que descienden de mi Corazón Inmaculado sobre esta tierra de Hungría tan probada. Difundid por todas partes la luz de mi Corazón, porque las tinieblas que os rodean son todavía densas y los peligros a los que vosotros os enfrentáis aún son grandes. Abrid de par en par los corazones de todos, para que reciban el don de mi Maternal Realeza. Yo soy la Reina del amor y el corazón de mis hijos es la porción privilegiada de mi Reino. Si camináis por la senda que Yo os he trazado, lograréis superar todos los obstáculos que mi Adversario os pone todavía; prepararéis unos nuevos días de paz y ayudaréis a muchos hijos míos descarriados, a convertirse y a volver al Señor, que los espera con gran amor de Padre. Os bendigo con todas las almas que os han sido confiadas, os aseguro mi protección Maternal y os pido llevar a todas partes, en estos Países del Este, mi palabra de esperanza, de consuelo y de paz.»