Mensaje del 8 de febrero de 1990 en Brasilia (Brasil)
Ejercicios Espirituales, en forma de Cenáculo, con los Sacerdotes
Responsables del M.S.M. del Brasil
Madre y Reina del Brasil.
«Qué contenta estoy, hijos predilectos de este Cenáculo de oración y fraternidad que hacéis junto a vuestra Madre Celeste. — Os reunís en la oración: Así juntos rezáis con la Liturgia de las Horas, con el rezo del Santo Rosario. Por la tarde os reunís todos alrededor de Jesús Eucarístico, solemnemente expuesto sobre el altar, para hacer una hora de adoración y de reparación. Durante la concelebración de la Santa Misa siempre renováis vuestro acto de consagración a mi Corazón Inmaculado. — Os reunís en la fraternidad: como ocurría en el Cenáculo de Jerusalén, también en vuestro Cenáculo Yo os ayudo a crecer en el amor mutuo. Os conocéis, os comprendéis, os comunicáis las dificultades y los problemas, así, como hermanos, os ayudáis mutuamente a crecer en el ejercicio de una caridad cada día más perfecta. Así vivís el mandamiento nuevo que Jesús os dio: el de amarse unos a otros como El os ha amado. Y por medio de vosotros, que me habéis respondido, el designio de mi Corazón Inmaculado se está cumpliendo también para vuestra Patria y para la Iglesia que vive aquí en Brasil. Soy Madre y Reina del Brasil Como os he dicho en mi mensaje anterior, os confirmo que aquí la Iglesia corre el gran peligro de llegar a ser víctima de la apostasía y de la pérdida de la verdadera fe. Los peligros que la amenazan son la contestación, la división, las críticas numerosas y públicas que se hacen al Papa y a su Magisterio por parte de algunos Obispos, Sacerdotes, Religiosos y fieles. Volved todos al camino de una plena, dócil, y obediente unidad al Papa, si queréis permanecer en la verdadera fe y en la fidelidad a Cristo y a su Evangelio. También vuestra Patria está cada vez más amenazada por el materialismo y el hedonismo y al mismo tiempo se hace más profunda la división entre aquellos que disfrutan de muchos bienes materiales y aquellos que están desprovistos hasta de lo necesario para vivir. Está amenazada por la plaga del divorcio, del aborto, del uso de todos los medios para impedir la vida, de la inmoralidad, de la impureza, difundida por los medios de comunicación social, especialmente por la televisión. Sin embargo, como os prometí, Yo he intervenido y sigo interviniendo cada día para llevar a vuestra Patria y a vuestra Iglesia por el camino de la unidad, de la salvación y de la paz. Soy Madre y Reina del Brasil. Hoy os manifiesto mi materna satisfacción, por haber acogido la invitación que os hice de difundir los Cenáculos familiares por todas partes, como una gran red de salvación. Vosotros habéis respondido a mi petición y Yo he mantenido mi promesa. Ahora que entráis en el último decenio de este siglo, en el cual se cumplirán los acontecimientos decisivos que os llevarán al triunfo de mi Corazón Inmaculado, os pido que sean aún más difundidos, los Cenáculos entre Sacerdotes, los Cenáculos entre fieles y sobre todo los Cenáculos familiares. Pido en particular que se hagan por todas partes los Cenáculos de niños, como una cruzada de oración inocente, que pueda levantar una gran barrera frente a la difusión del mal y del pecado, y permitir a Dios y a su Madre Celeste el logro de la victoria del bien y del amor. Regresad a vuestras casas en la paz y convertir en apóstoles de este Movimiento en todo el Brasil. Os acompaño con mi amor materno, os aseguro que siempre estoy junto a cada uno de vosotros y os bendigo.»