Mensaje del 1 de enero de 1990 en Rubbio (Vicenza)
Fiesta de María Santísima Madre de Dios
Madre del Segundo Adviento.
«Hijos predilectos, empezad este nuevo año en la luz Inmaculada de mi Maternidad divina. Soy también vuestra Madre, por voluntad de mi Hijo Jesús. Y, como madre, quiero tomaros de la mano y acompañaros en los umbrales de este decenio, que vosotros comenzáis en este día. Es un decenio muy importante. Es un período de tiempo particularmente marcado por una fuerte presencia del Señor entre vosotros. En el último decenio de vuestro siglo se cumplirán los acontecimientos que Yo os he predicho. Es necesario entonces que os dejéis todos formar por mi acción materna. —Os formo en el corazón, para llevaros a la conversión y para abriros a una nueva capacidad de amor. Así os sano de la enfermedad del egoísmo y de la aridez. —Os formo en el alma, ayudándoos a cultivar en ella el gran don de la gracia divina, de la pureza, de la caridad. Y como en un jardín celestial, hago que se abran las flores de todas las virtudes que os hacen crecer en santidad. Así, Yo alejo de vosotros la sombra del mal, el hielo del pecado, el desierto de la impureza. —Os formo en el cuerpo, haciendo resplandecer la luz del Espíritu que habita en él como en un templo viviente. Así, os conduzco por el camino de la pureza, de la belleza, de la armonía, de la alegría, de la paz, de la comunión con el Paraíso entero. En estos años, con mi acción maternal, Yo os preparo para recibir al Señor que viene. Es por eso que os he pedido la consagración a mi Corazón Inmaculado. Para formaros a todos en la docilidad interior que necesito para que Yo pueda actuar en cada uno de vosotros, llevándoos a una profunda transformación, que os prepare para recibir dignamente al Señor. Soy la Madre del segundo Adviento. Yo os preparo para su nueva venida. Yo abro el camino a Jesús que vuelve a vosotros en gloria. Allanad los montes elevados por la soberbia, por el odio y por la violencia. Colmad los valles excavados por los vicios, las pasiones, la impureza. Removed la tierra árida del pecado y del rechazo de Dios. Como Madre dulce y misericordiosa, invito hoy a mis hijos, invito a la humanidad entera a preparar el camino para el Señor que viene. Al iniciar este último decenio de vuestro siglo, la misión que me ha sido confiada por el Señor, es la de preparar su venida entre vosotros. Por eso os pido a todos que volváis al Señor por el camino de la conversión del corazón y de la vida, porque éste es todavía el tiempo favorable que el Señor os ha concedido. Os invito a todos a consagraros a mi Corazón Inmaculado, confiándoos a Mí como niños, para que Yo pueda llevaros por el camino de la santidad, en el ejercicio gozoso de todas las virtudes: de la fe, de la esperanza, de la caridad, de la prudencia, de la fortaleza, de la justicia, de la templanza, del silencio, de la humildad, de la pureza, de la misericordia. Os formo en la oración, que siempre debéis hacer Conmigo. Multiplicad, en todas las partes del mundo, los Cenáculos de oración que os he pedido, como antorchas encendidas en la noche, como puntos de referencia seguros, como refugios necesarios y esperados. Pido, sobre todo, que se difundan cada vez más los Cenáculos familiares, para ofreceros una morada segura, en la gran prueba que ya os espera. Soy la Madre del Segundo Adviento. Dejaos, entonces, guiar y formar por Mí, en estos años, para poder estar preparados para recibir a Jesús, que vendrá en gloria para instaurar entre vosotros su Reino de amor, de santidad, de justicia y de paz.»