Mensaje del 10 de febrero de 1974
Fíate sólo de Mí.
“Debes estar más atento, oh hijo, para permanecer siempre en mi Corazón Inmaculado y no dejarte absorber ni desalentar por las cosas, sobre todo cuando éstas no dependen de tu voluntad. Tú tienes prisa: quisieras que mi Movimiento se difundiera más rápidamente, que el libro no encontrara tantas dificultades para reimprimirse. ¡Hay mucho de humano en este deseo tuyo! Es necesario que Yo matemalmente te purifique, si quieres que te conduzca a aquella perfección que agrada a mi Corazón. Fíate sólo de Mí, no de los medios humanos; confíate sólo a Mí. Hay una cosa que puedes hacer siempre y es la única que en todo momento Yo quiero de ti, porque me sirve tanto para mi Movimiento: tu oración, tu sufrimiento, tu confianza en Mí. Esto Yo te pido: déjate, en cambio, despojar de toda otra preocupación. Este no es uno de tantos movimientos, sino que es mi Movimiento, oh hijo. ¡Déjame, entonces, actuar a Mí! Así deberán proceder todos mis Sacerdotes: lo daré a entender haciendo derribar todo medio humano en que pongan su confianza. Deben fiarse sólo de Mí. Sé que esto cuesta mucho a la naturaleza humana. ¡Pero Yo quiero a los Sacerdotes de mi Movimiento sólo míos! Si no se habitúan ahora a buscarme sólo a Mí, a escucharme sólo a Mí, a confiarse sólo a Mí, ¿cómo harán para encontrarme en el momento de la gran tempestad, cuando todo estará sumergido en la obscuridad? ¡Habitúense desde ahora a verme como Luz de cada una de sus acciones!”