OH DULCÍSIMO JESÚS
¡Oh dulcísimo Jesús, que vinisteis a este mundo para enriquecer a todas las almas con la vida de vuestra gracia, y que, para conservarla y fomentarla en ellas, os ofrecéis Vos mismo cada día en el augustísimo sacramento de la Eucaristía cual saludable medicina para curar sus enfermedades y cual divino alimento para sostener su debilidad ¡Humildes os suplicamos que derraméis benignamente sobre ellas vuestro Santo Espíritu, abrasadas por el cual, las que estén manchadas con culpa grave, volviendo a Vos, recobren la vida de la gracia perdida por sus pecados, y las que por vuestra misericordia ya os están unidas se acerquen devotamente cada día a vuestro celestial banquete, según les fuere permitido, y fortalecidas con él, puedan proporcionarse el antídoto de los pecados veniales que diariamente cometen y alimentar la vida de vuestra gracia, y así, más y más purificadas, alcancen la eterna bienaventuranza en los cielos. Así sea.