SALUTACIÓN A LA LLAGA DEL HOMBRO DE JESUCRISTO [1]
Oh amantísimo Jesús, Cordero mansísimo de Dios, yo, miserable pecador, saludo y venero la llaga sacratísima del hombro en que llevaste tu pesada cruz, que desgarró tu carne y descubrió tus huesos causándote un dolor mayor que el de cualquiera otra llaga de tu sacratísimo cuerpo. Yo te adoro, oh afligidísimo Jesús: te alabo, bendigo y glorifico, y te doy gracias por esta sacratísima y dolorosísima llaga, rogándote por su excesivo dolor y por el enorme peso de tu cruz, tengas misericordia de mí pecador, me perdones todos los pecados mortales y veniales, y me conduzcas al cielo por el camino de tu cruz. Así sea.
Dios mío, mi único bien y mi todo. Vos sois todo para mi, sea yo todo para vos.
1. Refieren los anales del Claraval que San Bernardo en cierta ocasión preguntó a Nuestro Señor, cuál era el mayor y el más olvidado de sus dolores, y Nuestro Señor se dignó contestarle: Yo tenía en mi hombro, mientras llevaba mi cruz en la calle de la amargura, una dolorosísima llaga, que me atormentaba más que las otras, y que no es recordada por los hombres, porque no la conocieron. Honra esta haga con tu devoción, y te concederé cualquier cosa que me pidieres por su virtud y mérito. Y en cuanto a todos aquellos que veneraren esta llaga, yo les perdonaré todos los pecados veniales, y jamás me acordaré de sus pecados mortales.