Inmolemos cada día nuestra persona y toda nuestra actividad, imitemos la pasión de Cristo con nuestros propios padecimientos, honremos su sangre con nuestra propia sangre, subamos con denuedo a la cruz. Si quieres imitar a Simón de Cirene, toma la cruz y sigue al Señor
San Gregorio Nacianceno
Disertac. 45, 23-24
ADORACIÓN DE LA CRUZ
¡Amoroso y Divino Jesús crucificado, que lleno de amor a los hombres te ofreciste ante el Eterno Padre por víctima expiatoria de los crímenes del mundo! Ya que me concediste la gracia de inspirarme que me ofrezca contigo en holocausto, como víctima que une sus dolores a los tuyos en desagravio de tantas culpas…, yo, criatura indigna y miserable, postrada delante de tu Cruz y con la ayuda de tu gracia, confirmo y ratifico mi promesa de querer padecer con los mismos fines que Tú en ella padeciste… Recibe todo mi ser en holocausto y haz de mi lo que quieras. Sobre los brazos de tu Cruz abro los míos para perdonar y abrazar a todos mis enemigos, cuyo bien y salvación deseo y prometo solemnemente procurar cuanto sea de mi parte, así como el alivio de sus penas e infortunios.
Y en fe de mi promesa, adoro y beso esa Cruz sacrosanta, desde la cual exclamaste momentos antes de expirar: «Padre mío, perdónalos a todos, como yo los perdono.»